Nota Hecha por el diario el Siglo
Mercedes es un pueblo de tardes tranquilas, charlas en la vereda, piletas de lona y perros sueltos. Está ubicado en el departamento de Lules, a poco más de 20 kilómetros de San Miguel de Tucumán y allí, hasta 1966, funcionó el ingenio Mercedes, del que sólo quedan restos y recuerdos. Su cierre y posterior desmantelamiento fue una de las consecuencias del primer emprendimiento de la empresa agroindustrial Ledesma en nuestra provincia. Ahora, el grupo inversor de Jujuy desembarcará en Tucumán nuevamente. Para ello ya firmó una carta intención para controlar el 70 por ciento del ingenio La Florida.
En Mercedes hay dos tipos de viviendas. Las de reciente construcción, ubicadas a la entrada del pueblo, y las casas más antiguas. En esa zona aún viven algunos de los trabajadores del ingenio o sus parientes. Y todos tienen su historia que contar. "Yo trabajé para el ingenio en el 66, el año en que se cerró, pelando caña", cuenta Gabino Moreno, de 66 años. "Mi padre era obrero estable. Llevaba 24 años trabajando allí, hasta que lo cerraron", afirma. Según relata Gabino, "el ingenio era el centro del movimiento de Lules". "Venía muchísima gente de otras provincias a buscar trabajo. Ahora ya no viene nadie", dice, y afirma que cuando se cerró el ingenio muchos de los pobladores tuvieron que emigrar a Buenos Aires, aunque años después pudieron regresar cuando fábricas u otras industrias se instalaron en la zona, como la de frutilla o el arándano. "Cuando clausuraron el ingenio, muchas mujeres lloraban, porque sus maridos se iban a quedar sin trabajo", añade.
La casa de Gabino está a metros de la enorme puerta del ingenio, que permanece encadenada. Con una mano señala hacia la construcción y recuerda: "Había tres chimeneas. Ahora solo quedan dos. Por allá estaba la destilería, los tanques de jarabe y el trapiche", indica, mientras un perro sin raza no deja de ladrarle a la nada.
"Cerraron el ingenio y vendieron algunas de las partes como chatarra. También tiraron algunas paredes para vender los ladrillos", comenta, y describe la vida actual en Mercedes. "Es un lugar muy tranquilo para vivir. A la noche nos sentamos en las veredas a tomar mate y a charlar", cuenta. Sin embargo, los tiempos de plenitud del ingenio rara vez son tema de conversación en el pueblo. "Es que ya queda poca gente de esa época, y la juventud de hoy en día no está interesada en el pasado", explica.
La casa del Familiar
La casa en la que vive María Puentes no es cualquier casa. "Aquí vivía el administrador del ingenio y había un sótano. Todos contaban que ahí vivía el Familiar", dice. Se refiere a la leyenda del diabólico perro al que, supuestamente, los patrones de los ingenios le ofrecían peones como sacrificio a cambio de buena suerte y abundancia. "Cuando compramos la casa hicimos cerrar el sótano, porque en ese entonces tenía miedo. Pero eso fue hace tiempo y no es más que un mito", expresa.
María cuenta que su esposo, Héctor Ramón Lagoria, trabajó cinco años en el ingenio. "Mi padre también era empleado ahí. Arreglaba carros cañeros. Me acuerdo cuando se cerró el ingenio que todos en el pueblo estábamos asustados porque no sabíamos que iba a pasar. Muchos eligieron irse, como mi padre, que se fue a cosechar maíz a Santa Fe. Después pudo volver, cuando se abrieron otras fábricas", relata, mientras en un álbum busca fotos de aquella época.
"Una de las cosas que más extraño es el ruido que se sentía cuando se molía en el ingenio y el sonido de los carros pasando. Ahora todo es muy silencioso", afirma. "Yo era jovencita. Habré tenido 13 ó 14 años. Me acuerdo que en el ingenio repartían leche para las familias de los obreros y había que ir a buscarla con botellas de vidrio", relata.
Y a medida que habla, María recuerda más anécdotas. "Cuando yo le llevaba a mi papá la comida al mediodía, él me convidaba unas tabletas de caña a las que les dicen chancaca. Desde que cerraron el ingenio no las volví a comer", asegura.
También cuenta que, a pesar de que las puertas del ingenio están cerradas con cadenas, algunos chicos se meten a jugar. "Prenden fuego a cubiertas que ponen abajo de las chimeneas y dicen: 'Mirá, está moliendo el ingenio' ", describe, y sonríe.
Morir de pena
Savino Ledesma, de 77 años, asegura que fue el primer menor al que hicieron efectivo en el ingenio. "Entré a trabajar en 1945. Mi padre había fallecido, y yo tenía que mantener a mi hermano y a mi madre. Pero eran buenos tiempos y yo estaba contento. Se trabajaba mucho, desde las tres de la mañana hasta las cuatro de la tarde. Pero la plata sobraba. Yo ganaba 14 pesos mensuales y un litro de vino costaba 15 centavos. No había inflación como ahora", recuerda.
"Después del cierre del ingenio, mucha gente murió de pena. Los más grandes no se animaban a trabajar de otra cosa. Otros decidieron irse a buscar nuevos horizontes", comenta. "Es muy lastimoso ver el estado en que se encuentra el ingenio ahora", añade.
Juan Anselmo Ruiz es sobrino de Savino y su tonada delata que no vive en Mercedes. Como muchos, él es uno de los que tuvo que emigrar. Dejó Mercedes cuando era niño y se radicó con su familia en Buenos Aires. "Volví porque estoy de vacaciones. Llegué el domingo y ya me encontré con otras cinco familias que también eran de aquí pero se fueron a Buenos Aires. Allá no nos vemos, pero aquí sí", comenta, y dice que envidia la vida en Mercedes. "Es un paraíso comparado a lo que es Buenos Aires. Allá se desconfía de todos y, a diferencia de acá, nadie saluda a nadie", cuenta. Luis Armando Gómez, amigo de Savino, relata que para las fiestas de fin de año se arman largas mesas en las calles de Mercedes y se comparte la comida. "Todo es muy familiar", afirma.
Abandonada
En 1966, año en que se cerró el ingenio, fue elegido presidente el general Juan Carlos Onganía y fue nombrado como gobernador de Tucumán el general auditor Fernando Aliaga García. En esos tiempos, el presidente del directorio de Ledesma S.A.A.I. era el ingeniero Herminio Arrieta, quien cerró el ingenio y lo desmanteló. Actualmente, y según cuentan los vecinos de Mercedes, las tierras son utilizadas por el ingenio La Fronterita para cultivar y cosechar caña de azúcar, además de que se utiliza el predio para reparar maquinarias.
Sin embargo, el resto de la construcción está abandonada. El ingenio Mercedes, que antes producía azúcar, ahora sólo produce recuerdos.
martes, 17 de septiembre de 2013
Del ingenio Mercedes sólo quedan restos y recuerdos
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